Por cuántas cuadras más piensas seguirme? No creo que seas tan estúpida como
para no darte cuenta que no quiero verte, que no te quiero cerca, que no hay
suficiente aire en este planeta para compartir contigo. Por más que trates de no
hacer ruido mientras me sigues sé que estás ahí, moviéndote como la alimaña que
eres, que siempre has sido aunque me haya demorado en saberlo.
La luna ha llegado para iluminar la noche, pero a él le ha resultado imposible disfrutar de su pálida belleza. Desde el instante en que salió de la casa de su hermana y descubrió la figura femenina que lo vigilaba desde la oscuridad de una remota esquina se ha negado a detener su paso, fijando su mirada en las lejanas luces de Vicuña Mackenna. Sabe que ella ha aguardado por mucho una oportunidad en que lo encontrase solo, sin la acostumbrada multitud de amigos que pudiesen detenerla en su intento por acercarse y hablarle. Sin embargo, él no está dispuesto a brindarle más que desprecio.
Han pasado meses desde que decidió alejarse de ella, agotado de una relación que sólo le causó problemas y sufrimientos. Tras tanto tiempo no había espacio para charlas ni oportunidades, menos aún tras saber cuánto mal había originado ella a sus espaldas, palabras y actos que terminaron de liquidarlo cuando pensaba que no habría sobre ella nada peor de lo que ya conocía. Al recordar, no podía más que arrepentirse por haber detenido los anhelos de venganza de sus amigas y es que le hubiese resultado tan placentero verla sufrir al menos una pequeña parte en comparación a lo que él sintió.
Eres tan patética. Después de todo lo que me hiciste no sé cómo osas
siquiera a pensar en acercarte, pero aún así te atreves a aparecer en la
oscuridad y seguirme. ¿Crees que este burdo intento vale de algo ahora? Te lo
dije una vez: tarde o temprano todo se sabe. Ahora que lo sé todo, nada
sacas con buscarme porque yo no perdono.
Mientras sube la escalera que lo lleva al andén del metro no oye más pasos que los propios, pero sabe que aún es seguido. Se detiene un momento al final de la escalera para buscar dentro de su morral los audífonos, esperando que con algo de música podrá sacar de su cabeza los problemas y tendrá al menos un instante de relajo. Por meses lo ha invadido el odio, consolándose sólo en los consejos de su hermana. 'No merece ni siquiera que la recuerdes,' la oyó decir al despedirse minutos antes, seguro de no haber sido el único en notar la misteriosa presencia que se movía en las sombras.
Son las diez y media, el tren tardará en pasar. Mientras ve vaciarse el andén opuesto tras el paso del metro hacia Baquedano se arroja sobre uno de los incómodos asientos, intentando concentrarse sólo en la música que escapa del aparato electrónico en el bolsillo de su chaqueta. Sus ojos se cierran, de sus labios surge un suave murmullo que sigue la letra de una alegre canción. Con gran esfuerzo logra alejar su mente de los recuerdos que tanto daño le han hecho, hasta que...
Algo ha rozado sus pies, sacándolo completamente del breve instante de satisfacción que había alcanzado y obligándolo a abrir los ojos para encontrarla frente a él, con su característico rostro calculador intentando dibujar una sonrisa. Su mente vuelve a nublarse producto del dolor y el odio. Se pone de pie bruscamente, apenas consciente de sus actos y sin escuchar más que la ira que grita desde su corazón, el deseo por acabar de una vez con la causa de su pesar. Atrapado en sus emociones da un fuerte empujón a la joven, haciéndola caer sobre las vías. El tren ya viene, no se detendrá...
No, sólo es su mente jugando con él nuevamente, haciendo manifiestos sus más oscuros deseos. Permanece sentado en el mismo lugar, ella aún está sobre el andén mirándolo con falsa inocencia, hablando sin que él preste atención a sus palabras. Él mira hacia ambos lados de la estación en busca de alguien que lo libre del suplicio al que se enfrenta, pero esta vez está solo, no tiene más que su propia voluntad para soportar el impulso de golpearla hasta no sentir más dolor. La música ha pasado también a ser un estorbo en su búsqueda por la tranquilidad.
Sigues moviendo tus labios, pero para mí no hay sonido que escape de ellos.
¿Crees que te voy a escuchar? ¿En verdad piensas que soy tan inocente como para
hacerlo? Aléjate de una vez, no tengo tiempo para tus mentiras, no tengo más
tiempo que perder contigo. ¿Por qué no pasa el metro de una vez para librarme de
tu presencia?
Un par de segundos después se pone de pie ante la proximidad del tren que viaja hacia Vicente Valdés, aún ignorando los intentos de la mujer por ser escuchada. No duda en darle la espalda cuando el metro entra en la estación, caminando con paso seguro hacia el borde del andén, pero es detenido con brusquedad. Ella se ha aferrado con fuerza a su morral para no dejarlo ir, causando que él sea capturado por la ira: '¡¡Déjame tranquilo de una vez!! ¡¡Das pena!!' Con el rostro descolorido ella prefiere dejarlo ir.
Cuando sube al tren no le es difícil encontrar un asiento, pero es sorprendido al verla en el mismo carro, sentada enfrentándolo a algunos metros de distancia. Sin importar las miradas de reproche de algunos pasajeros, no duda en sonreír maliciosamente al verla llorando avergonzada y humillada. Nada podría quitarle la satisfacción de haberla enfrentado finalmente. Ahora puede disfrutar de la noche y la luna.
No sabes cuánto esperé verte así, sufriendo sin consuelo por la
humillación de ser tan patética. A ver si por fin me dejas tranquilo, pero si no
ya sabes que te voy a enfrentar. Se acabo el amor, bienvenida a la
realidad.