lunes, junio 9

Despertar

En ocasiones apareces en mis sueños, a pesar de no querer soñarte, y me resultas tan real como las páginas que tu recuerdo me lleva a escribir. Cuando menos lo espero vienes a robar el calor de mi lecho, con tus ojos fijos en los míos como si buscaras la palabra o la caricia que deje al decubierto mis ocultos sentimientos. Suerte y desgracia a la vez el verte desaparecer cuando soy derrotado al fin por la sinceridad y mis manos se disponen a sentir tu piel. Qué terrible desdicha no poder tenerte ni en sueños.

En ocasiones apareces en mis sueños y el dulce tono de tu voz me llama desde la oscuridad de la noche. Cuando me decido a encontrarte eres raptada por a misma brisa es que se desvanece el eco de mis ruegos. La desesperación me embarga al no poder alcanzarte, aun sintiéndote más cerca de lo que alguna vez has estado, de lo que quizás nunca estarás. Tu imagen surge al fin entre las sombras tras buscarte a ciegas por lo que han parecido horas, pero despierto con la luz del alba que comienza a colarse por la ventana.

En ocasiones apareces en mis sueños y no debo sufrir la espera para lograr probar el sabor de tu ser. Pero a pesar de ser acogido en tus brazos, creo que son esas las ocasiones que me provocan más dolor. Al entregarme por completo a tus caricias, incluso sospechando que eres sólo fantasía, el despertar trae el dolor de tu ausencia que se acrecienta cuando siento entre mis sábanas el aroma de tu piel, como si realmente hubieses estado aquí.

En ocasiones apareces en mis sueños y no sé qué me resulta más difícil de soportar: que seas tú quien aparece o que sea sólo un sueño.

lunes, marzo 24

Miradas, silencios

Empezó el cosquilleo en la piel. No necesito voltear para saber que me observas.


Te busco entre los ya conocidos rostros para descubrir tus pequeños ojos, que parecen haber esperado secretamente este momento. Por unos segundos soy atrapado por tu sonrisa inalterable, ansiando que al menos esta vez sea yo la razón que le da vida. A una mirada de distancia debemos someternos a la frialdad implacable de este silencioso juego.


Ambos volteamos. Espero no pase mucho antes que nuestras miradas vuelvan a cruzarse.


* * * * *


No. No puedes descubrir que te estoy mirando así.


Es mejor cuando no te das cuenta, cuando sigues observando el mundo con tu seriedad terrible y pasas por alto mi existencia. Prefiero ser invisible a que pienses que soy sólo una niña que se queda como tonta ante esos ojos que parecen leerlo todo, que podrían descubrir todos mis secretos. No quiero que sepas que me corto entera cuando te veo llegar, aunque a veces creo que lo sospechas.


Demasiado tarde, tus ojos ya se han clavado en los míos. Tengo que voltear.


* * * * *


Aquí vamos otra vez. Una nueva mirada.


El tiempo se escapa mientras aguardo una palabra que rompa la rutina, que le quite la casualidad a los furtivos encuentros con tus ojos. Ojalá escape de tu boca para no destruir la magia, dila tú que para mí no está permitido.


* * * * *


Odio tener que callar esto que siento. Odio entender al fin eso de sentirse como una adolescente cuando tus ojos... oh, no, ahí están otra vez. No me mires, por favor, no frente a todos. Hazlo cuando nadie lo note, ni siquiera tú.


Quiero oír tu voz pronunciando mi nombre cuando sólo yo pueda oírlo.


* * * * *


El timbre suena en la distancia.


'Eso es todo por hoy, nos volvemos a encontrar el lunes.'


Todos comienzan a abandonar la sala, excepto una chica que intenta arreglar su descuidado jumper.


'Dime, Francisca.'


'No, nada, profesor. Hasta el lunes.'


Otra historia inconclusa.

domingo, marzo 23

Cancela ese pensamiento

Ya no sé qué hacer con esto, me está volviendo loco.
No puedo seguir así, imaginándote desnuda.
No es que no quiera hacerlo, no me detiene la vergüenza.
Es sólo que ya no puedo andar por la calle con esta cara de calentura.
Y es que te veo en todas las mujeres, pero no estás en ninguna.
Es hora de decir a mi mente que cancele ese pensamiento.

martes, noviembre 13

Ni prosa ni poética (la crudeza en pana)

¿Para qué decir que mi unicornio azul se me perdió? ... las cosas son mucho más simples.


Si bien tengo en el tintero varias cosas que me gustaría narrar, siento que esa fuerza que me motiva regularmente a escribir se me ha escapado. Releyendo mi último escrito veo cómo se hace manifiesta esta carencia, convirtiéndose aquél en un burdo intento por emular la crudeza pasional que me caracteriza. Poco hay en estos momentos de ese narrador que no dudaba en mostrarse depresivo, enamorado o vengativo.


Ante esto he decidido no subir durante las siguientes semanas más relatos, al menos hasta que uno de ellos se muestre capaz de causarme esa torsión en el alma que me han provocado sus predecesores... a ver si en diciembre las cosas cambian.



La 7 se quedó en pana... y mi crudeza también...

sábado, septiembre 29

Línea 5

Por cuántas cuadras más piensas seguirme? No creo que seas tan estúpida como
para no darte cuenta que no quiero verte, que no te quiero cerca, que no hay
suficiente aire en este planeta para compartir contigo. Por más que trates de no
hacer ruido mientras me sigues sé que estás ahí, moviéndote como la alimaña que
eres, que siempre has sido aunque me haya demorado en saberlo.
La luna ha llegado para iluminar la noche, pero a él le ha resultado imposible disfrutar de su pálida belleza. Desde el instante en que salió de la casa de su hermana y descubrió la figura femenina que lo vigilaba desde la oscuridad de una remota esquina se ha negado a detener su paso, fijando su mirada en las lejanas luces de Vicuña Mackenna. Sabe que ella ha aguardado por mucho una oportunidad en que lo encontrase solo, sin la acostumbrada multitud de amigos que pudiesen detenerla en su intento por acercarse y hablarle. Sin embargo, él no está dispuesto a brindarle más que desprecio.
Han pasado meses desde que decidió alejarse de ella, agotado de una relación que sólo le causó problemas y sufrimientos. Tras tanto tiempo no había espacio para charlas ni oportunidades, menos aún tras saber cuánto mal había originado ella a sus espaldas, palabras y actos que terminaron de liquidarlo cuando pensaba que no habría sobre ella nada peor de lo que ya conocía. Al recordar, no podía más que arrepentirse por haber detenido los anhelos de venganza de sus amigas y es que le hubiese resultado tan placentero verla sufrir al menos una pequeña parte en comparación a lo que él sintió.
Eres tan patética. Después de todo lo que me hiciste no sé cómo osas
siquiera a pensar en acercarte, pero aún así te atreves a aparecer en la
oscuridad y seguirme. ¿Crees que este burdo intento vale de algo ahora? Te lo
dije una vez: tarde o temprano todo se sabe. Ahora que lo sé todo, nada
sacas con buscarme porque yo no perdono.
Mientras sube la escalera que lo lleva al andén del metro no oye más pasos que los propios, pero sabe que aún es seguido. Se detiene un momento al final de la escalera para buscar dentro de su morral los audífonos, esperando que con algo de música podrá sacar de su cabeza los problemas y tendrá al menos un instante de relajo. Por meses lo ha invadido el odio, consolándose sólo en los consejos de su hermana. 'No merece ni siquiera que la recuerdes,' la oyó decir al despedirse minutos antes, seguro de no haber sido el único en notar la misteriosa presencia que se movía en las sombras.
Son las diez y media, el tren tardará en pasar. Mientras ve vaciarse el andén opuesto tras el paso del metro hacia Baquedano se arroja sobre uno de los incómodos asientos, intentando concentrarse sólo en la música que escapa del aparato electrónico en el bolsillo de su chaqueta. Sus ojos se cierran, de sus labios surge un suave murmullo que sigue la letra de una alegre canción. Con gran esfuerzo logra alejar su mente de los recuerdos que tanto daño le han hecho, hasta que...
Algo ha rozado sus pies, sacándolo completamente del breve instante de satisfacción que había alcanzado y obligándolo a abrir los ojos para encontrarla frente a él, con su característico rostro calculador intentando dibujar una sonrisa. Su mente vuelve a nublarse producto del dolor y el odio. Se pone de pie bruscamente, apenas consciente de sus actos y sin escuchar más que la ira que grita desde su corazón, el deseo por acabar de una vez con la causa de su pesar. Atrapado en sus emociones da un fuerte empujón a la joven, haciéndola caer sobre las vías. El tren ya viene, no se detendrá...
No, sólo es su mente jugando con él nuevamente, haciendo manifiestos sus más oscuros deseos. Permanece sentado en el mismo lugar, ella aún está sobre el andén mirándolo con falsa inocencia, hablando sin que él preste atención a sus palabras. Él mira hacia ambos lados de la estación en busca de alguien que lo libre del suplicio al que se enfrenta, pero esta vez está solo, no tiene más que su propia voluntad para soportar el impulso de golpearla hasta no sentir más dolor. La música ha pasado también a ser un estorbo en su búsqueda por la tranquilidad.
Sigues moviendo tus labios, pero para mí no hay sonido que escape de ellos.
¿Crees que te voy a escuchar? ¿En verdad piensas que soy tan inocente como para
hacerlo? Aléjate de una vez, no tengo tiempo para tus mentiras, no tengo más
tiempo que perder contigo. ¿Por qué no pasa el metro de una vez para librarme de
tu presencia?
Un par de segundos después se pone de pie ante la proximidad del tren que viaja hacia Vicente Valdés, aún ignorando los intentos de la mujer por ser escuchada. No duda en darle la espalda cuando el metro entra en la estación, caminando con paso seguro hacia el borde del andén, pero es detenido con brusquedad. Ella se ha aferrado con fuerza a su morral para no dejarlo ir, causando que él sea capturado por la ira: '¡¡Déjame tranquilo de una vez!! ¡¡Das pena!!' Con el rostro descolorido ella prefiere dejarlo ir.
Cuando sube al tren no le es difícil encontrar un asiento, pero es sorprendido al verla en el mismo carro, sentada enfrentándolo a algunos metros de distancia. Sin importar las miradas de reproche de algunos pasajeros, no duda en sonreír maliciosamente al verla llorando avergonzada y humillada. Nada podría quitarle la satisfacción de haberla enfrentado finalmente. Ahora puede disfrutar de la noche y la luna.

No sabes cuánto esperé verte así, sufriendo sin consuelo por la
humillación de ser tan patética. A ver si por fin me dejas tranquilo, pero si no
ya sabes que te voy a enfrentar. Se acabo el amor, bienvenida a la
realidad.

martes, septiembre 4

Bajo la luna

La noche apenas comienza.






Bajo la luz de la luna la multitud continúa moviéndose con su rutinario ritmo, incapaz de notar la silenciosa presencia de un inusitado espectador. Él lo prefiere así, ser invisible a la inquieta mirada de la masa, mantenerse ajeno a las emociones que someten al grupo que se alza frente a sus ojos a una vida sin sentido. Sin importar lo que ocurra se mantiene tranquilo, evitando que su respirar se sume a la agitación que provocan sus deseos.







Su corazón se acelera. Cautivado por la delicada figura femenina que causó su repentino sobresalto, su mirada es atraída hacia el centro de la imperturbable multitud. Decide acercarse, moviéndose pausadamente para no llamar la atención de los que la rodean. No quiere ser visto, no debe ser visto.







La luna se refleja en sus ojos ansiosos. Puede sentir la adrenalina recorriendo su cuerpo con cada paso que lo acerca a ella. Debe tenerla, necesita disfrutar del roce de su piel mientras la somete a la fuerza de sus instintos. Ella es joven, tentadora, sus ojos tímidos lo llaman a poseerla.







Atrapado en el embrujo de su esbelto cuerpo se descuida por un instante. El silencio se ha roto, la multitud se ve sorprendida por el extraño que la invade. Ella se mantiene erguida, paralizada ante la poderosa mirada que se acerca cada vez más, invadida por cientos de emociones que no puede controlar. Él está a punto de alcanzarla.







Ante sus ojos sólo queda ella, incapaz de moverse y huir con los demás. Un movimiento fugaz y todo se termina. Entre sus colmillos aprisiona el cuello de su víctima, sintiendo los gemidos lastimeros de una vida que acaba. El sabor de la sangre se cuela por su garganta mientras ella ve la vida escaparse en un estertor.







Un aullido rompe el silencio de la noche. La manada ha llegado.







Él ha demostrado una vez más su valía, le ha probado a todos que es el lobo alfa.




miércoles, agosto 29

Cuchara de té


Un cigarrillo enciende la noche.


A pesar de sus deseos, el tiempo se ve nuevamente consumido por el recuerdo de una mujer, de la mujer que no ha podido sacar de su cabeza, y es que aun cuando pensar en ella no le quita el sueño, se siente incómodo ante lo que ella le provoca. Hace tiempo que no se sentía así, enfrentado al extraño placer que esas emociones causan. Sabiendo que en la oscuridad de su habitación nadie puede verlo (ella no puede verlo) sonríe satisfecho.


Han pasado algunas horas desde que estuvo con ella, pero aún puede ver su rostro coqueto sonriendo antes de despedirse diciendo 'no me extrañes demasiado'. Él sólo había sonreído de vuelta, para luego verla desaparecer entre la multitud, sin atreverse a decir que ya la extrañaba. El recuerdo ha llenado su cabeza de dudas. Quizás debería haberlo dicho, confesarle que extraña su dulce rostro y sus ojos coquetos, decirle cuánto le encanta estar siempre de acuerdo con ella, admitir que su presencia lo cautiva de una forma que el tiempo ha vuelto tan ajena. Pero no lo hizo, no sabe si alguna vez lo hará.


Las dudas persisten haciéndolo sentir todavía más incómodo. Se pregunta si acaso ella esconde algo tras sus palabras, si su sonrisa oculta algún secreto hasta el momento indescifrable para él. ¿Qué debe hacer la próxima vez que la vea? ¿Seguir con este juego? ¿Seguirá ella jugando? Quiere respuestas, pero las quiere llenas de dulces misterios, como ha sido desde un comienzo.


Las nubes que cubrían el cielo nocturno se han retirado. Su rostro es iluminado por el pálido resplandor de la luna.


En ocasiones le encantaría tener el rango emocional de una cuchara de té como el resto de su género, no sentir tantas cosas...

...pero no esta noche...

...pero no con ella...


Un cigarrillo se apaga.

domingo, julio 8

La pelea

'No me va a ganar... no me puede ganar...'

Beatriz se encontró nuevamente enfrentada a su habitual antagonista. Lo observó en silencio por algunos minutos, absorta en complejos pensamientos que no lograba hilar y sólo dificultaban el arribo de una nueva batalla. Respiró agitada, casi al borde de las lágrimas por la desesperación de verlo frente a ella tan frío como siempre, tan carente de emociones. En noches como aquella no podía más que odiarlo.


La noche seguía adelante, extinguiéndose con cada vuelta del reloj. Ella continuaba cautiva en las ideas, observando a su enemigo mientras encendía un nuevo cigarrillo que no lograría calmar la ansiedad que le invadía al no poder hacer nada. Horas habían pasado cuando al fin pudo lanzarse contra él para terminar la tortura. No iba a dejarlo ganar, no podía dejarlo ganar.


*


Un nuevo día comenzaba. Beatriz sonrió satisfecha mientras se apresuraba a arreglarse. Minutos más tarde salía de su casa, y aunque agotada no podía hacer más que alegrarse de llevar en sus manos el último trabajo del semestre.


Toda la noche batalló contra el computador y ahora podía decir al fin que estaba de vacaciones.

sábado, marzo 17

Claudia

La mañana recién ha comenzado, pero en mi corazón deseo que termine de una vez llevándose consigo el dolor. Ha pasado casi un año y aún me resulta difícil caminar por los pasillos del campus, como si cada paso fuera una nota más en la canción infinita que me habla de ti. Bajo la escalera en dirección al patio, pero me resulta abrumador ver al pequeño perro que alguna vez te siguió hasta aquí sentado en el asfalto, con su pelaje opacado por tu ausencia. Sospecho que al igual que yo, el pequeño quiltro negro puede sentir que por más que la universidad siga funcionando hay algo que no está bien, algo que falta, algo más importante que pruebas o clases.

Por meses he pensado en algo que me ayude a escapar de mis sentimientos, dejando atrás la angustia que me invade, y es que en algún rincón de mi entristecida alma sigo creyendo que es posible retomar la vida donde quedó. En innumerables ocasiones me he sentado en el patio a escribir -en aquel lugar donde solíamos pasar horas riendo-, pero las constantes interrupciones no me dejan avanzar más que una o dos líneas. Incluso han habido días en que me he quedado inmóvil, sin siquiera posar el lápiz sobre el papel, tan solo observando el trabajo previo como si en éste estuviese la clave para volver atrás, para que las cosas volviesen a su lugar, para que tú volvieses junto a mí. Finalmente he logrado terminar y corregir estas palabras, tras consumirme en el dolor y el humo de miles de cigarrrillos.

Bien sabes que ésa siempre ha sido mi forma de hacer las cosas, callar y cargar en silencio con mis heridas hasta que llegue el momento más adecuado para dejarlas sanar. Pero en mi corta vida nunca he sentido un sufrimiento más grande que éste que me has dejado, y creo que nada de lo que siga podría ser peor. Para ser honesto no guardo grandes esperanzas, en especial al sentir que en mi cabeza seguirá atormentándome tu recuerdo. Sin importar el dolor que he sentido he dejado que las imágenes me invadan una y otra vez, todo para poder contarte esta historia que bien sabes nos pertenece a ambos, que por más que ya no estés conmigo fue escrita por dos.

Aquella tarde de noviembre se había presentado con una fuerza tal que parecía liberarnos del terrible peso que sobre nosotros traía un nuevo fin de semestre. Bastaba con la simpleza de un hermoso cielo despejado y la fresca brisa de primavera para que quienes estábamos presentes en el patio nos sintiésemos invadidos por una extraña alegría, como si en la belleza de aquel día nos fuese posible encontrar el descanso necesario ante el ajetreo propio de la vida universitaria. Incluso los profesores -tantas veces idolatrados, tantas veces odiados- daban claras muestras de amabilidad y comprensión tan ajenas a la mayor parte de ellos. Era tan generalizado el relajo, que a nadie escandalizó ver a una de las profesoras más jóvenes abandonando la fria seriedad del aula para hacer sus clases en el patio, sentada desvergonzadamente entre sus alumnos mientras jugueteaba con una flor.

Entraste a la sala con la tardanza acostumbrada. En cuanto te vi junto a la puerta me vi agobiado por sentimientos que por tanto tiempo cuestioné, considerándolos reprochables ante la amistad que en apenas dos años de conocernos y ante numerosas adversidades habíamos logrado forjar. Estabas radiante, como si la primavera hubiese decidido tomar tu breve cuerpo para manifestarse en todo su esplendor. Era aquel instante mágico que muchos de los hombres de la carrera esperábamos, el momento en que la naturalidad y simpleza de tu beldad confirmaba ser infinitamente superior a la de nuestras compañeras más deseadas, esas de blondas cabelleras y destellantes ojos claros, disfrazadas tras costosas ropas y soberbia presencia. Tú, con tus seductores ojos negros, con tu piel morena y tersa, con tu cuerpo menudo y perfecto, con tu largo cabello oscuro, tú eras ante los ojos de todos la más hermosa.

Cuánto deseé decirte en ese instante lo cautivado que me sentí al posar mis ojos sobre ti mientras recorrías la sala, cuán hipnotizado estaba al ver tu pelo cayendo por vez primera libre
sobre tu espalda. Más que nunca te sentí mujer, te sentí inundando todo mi ser y aún así no me atreví a pronunciar palabra alguna. Bastaron unos segundos para que me enseñaras lo torpes que eran mis cuestionamientos y lo innecesario de la voz cuando se trata del amor, y es que nada me preocupó cuando frente a todos -sin importarte nada ni nadie- tomaste mi mano y me diste el apasionado beso que por tanto tiempo anhele en el más oscuro silencio.

Ninguna boca se atrevió a interrumpirnos en ese instante, aquel momento tan nuestro y que tanto deseaba eternizar, y es que sé que no éramos los únicos dentro de la sala que esperábamos que llegásemos a esa situación. Ver tus ojos tras nuestro beso fue comprender de una vez que de nada me servía acallar lo que sentía -y siento- por ti, que no podía seguir mintiéndome, mintiéndote. A nuestro alrededor todo continuaba en silencio, sin miradas de reproche, sin manifestaciones de alegría, envidia o tristeza, como si el mundo se hubiese detenido tan sólo a contemplarnos.

La clase continuó tras algunos minutos que parecieron infinitos, pero no había en mí deseos de prestar atención más que a nuestras manos -que se habían aferrada la una a la otra debajo de la mesa-, a tus ojos observándome como si nada más hubiera en ese reducido espacio, a tu pelo agitándose ligeramente por el suave aire que se colaba por la ventana. Quería que el reloj avanzara más rápido, quería salir de ahí, huir contigo, besarte. Quería gritar que te amaba.

Disfruté tanto cuando el profesor terminó la clase, dándonos el clásico sermón previo a los exámenes, guardé rápido mis cosas pero me detuviste, te levantaste sin prisa alguna y comenzaste a caminar sin soltar mi mano. Recién ahora puedo comprender cuánto querías aprevechar esos instantes para estar conmigo, pausando todos los impulsos que ambos habíamos reprimido por tanto tiempo. Al llegar a aquel lugar donde solíamos reunirnos cada día -y donde hoy termino de escribir estas palabras- pude notar las miradas constantes y los cuchicheos, provenientes no sólo de nuestros compañeros sino de gran parte de los presentes. Sentirte sentada a mi lado como acostumbrábamos no era lo mismo aquel día, y es que esta vez estabas conmigo, convirtiéndote en parte de mí. Y allí nos quedamos mientras el sol seguía su rutinario paso por el cielo de la ciudad, abrazados en completo silencio.

Cuando el cielo comenzaba a oscurecerse salí bruscamente de mi ensoñación. Te levantaste sin aviso alguno, dejándome impávido y sin poder pronunciar aunque fuese una palabra que te detuviese. Al verme así te agachaste, me besaste y me dijiste que no me preocupara, para luego desvanecerte tras la puerta del baño de mujeres. En tu ausencia pensé en el tiempo que vimos perdido, en las cosas que deseaba hacer ahora que por fin estábamos juntos, tantas cosas que parecía imposible hacerlas en una vida. Quizás pensaste lo mismo.

Los minutos pasaban y no volvías a mí. En cuanto oí los gritos que salían del baño me apresuré,
invadido por una angustiosa sensación que deseaba estuviese muy alejada de la realidad. No sabes cuánto me dolió entrar a ese lugar, verte tirada sobre las baldosas junto a una decena de pastillas, escuchar los gritos desesperados que se repetían en el patio.

Las lágrimas comenzaron a quemarme las mejillas mientras intentaba reanimarte. Sin darme cuenta te acompañaba dentro de una ambulancia, esperando que abrieras los ojos y me dijeras que todo estaba bien. Una puerta me detuvo mientras te ingresaban a un triste pabellón, y recién ahí tuve tiempo para asumir lo que ocurría. Tu mochila resbaló entre mis manos, dejando escapar un pequeño cuaderno adornado con fotos de ambos que no dudé en levantar. Bastó con hojearlo para entender todo lo que ocurría.
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Tus padres llegaron minutos más tarde, demasiado tarde quizás. Una enfermera me apuntó mientras hablaba con ellos -lo que menos quería era enfrentar a ese hombre que tanto daño te había hecho-, pero la abrupta salida de un doctor era más importante que cualquier cosa. Su mirada parecía decirlo todo, haciendo innecesarios todos los ridículos tecnicismos con esos tipos suelen adornar todo su discurso.
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Durante la noche comenzó a llover. Mi teléfono no paraba de sonar y de nada me serviría contestarlo, las palabras no salían de mi boca. El corazón me pesaba demasiado, por lo que no tardé en desmoronarme por el dolor, la rabia, la desesperación. Me dejaste en un hermoso día de primavera, tan hermoso que no dudó en llorarte en cuanto partiste.

Vi a mucha gente en tu funeral, personas que no te conocían y estaban ahí por cumplir, chicas que morían de envidia ante tu presencia y se desgarraban en lágrimas tan falsas como su belleza. Sin embargo, la presencia que más me dolía era la de tu padre. Cuando terminó la ceremonia no dudé en acercarme y descargar todo el sufrimiento que en mí habías legado, culpándolo de tu muerte. Cuando terminé de gritarle se alejó sin siquiera dejar escapar una lágrima, pero al menos todos sabían ahora la verdad de tu partida.
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Un año ya y tus fotos aún adornan el diario mural que armamos juntos en el patio, pero nadie habla de ti. Cada vez que alguien se acerca a él siento que las miradas se clavan en mí, como buscando respuestas, y la verdad es que no hay preguntas que puedan hacerse. A veces lloro cuando te recuerdo, aunque sé que prefieres que en mi memoria estén las cosas buenas que pasamos juntos. Te extraño y en ocasiones no sé cómo seguiré adelante sin ti, pero es justo en los momentos más oscuros que vienes a mí, sonriendo mientras me ayudas a levantarme.
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Hoy en la tarde iré a dejarte esta carta y esas flores que tanto te gustan. Prometo no llorar.
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PS: Éste es el remake de un cuento escrito hace cerca de seis meses. Lo encontré por ahí, así que lo corregí un poco para subirlo.

El origen de la locura...

Viernes, 16:25 ... un grito recorre la casa...
'Estoy cansada de ti, eres el fracaso de esta familia.'


Viernes, 16:32 ... la misma voz le habla al mismo oyente...
'¿Hijo, quieres un té?'


Viernes, 21:15 ... algún lector de noticias de algún canal
'Lamentamos informar de una tragedia que se vivió hace algunas horas en la comuna de San Bernardo. Según la información entregada por carabineros, un joven asesinó a su madre para luego cometer suicidio. Los vecinos hicieron caso omiso a los gritos del joven, siendo una persona que transitaba por la calle la que llamó a carabineros. Las víctimas fueron identificadas como...'