Antonia no podía dejar de llorar. En cuanto sintió la calidez en el abrazo de su hermana no le fue posible contener por más tiempo la tristeza, el dolor, la rabia que la habían consumido en crudo silencio durante meses. Se había privado todo ese tiempo de expresar sus emociones para que su pequeña hija no descubriese toda la angustia que rodeaba su mundo de inocencia. Sin embargo, su hermana fue directa y categórica al mostrarle la realidad.
'Tu hija se ha dado cuenta de lo que pasa desde un comienzo... ¿acaso no has notado su cambio de actitud?'
Las palabras de Daniela la dejaron sin respuesta alguna. Desde luego que Antonia sabía de los cambios de su hija Claudia, pero era algo que se negaba a aceptar, tal como en su momento rehusó admitir que Tomás la engañaba luego de cinco años de matrimonio. Sus pequeños ojos pardos sólo se abrieron a la realidad cuando ésta era imposible de obviar.
'Tenías razón sobre él,' sollozó Antonia. 'Todo el tiempo tuviste razón y yo fui demasiado obstinada para verlo.'
'Hermanita, no pienses en eso ahora. No puedes volver atrás, pero sí seguir adelante.'
'No sé qué voy a hacer...'
El crujido de la puerta la interrumpió. Claudia -su hija- entró en la habitación llevando en sus pequeñas manos el celular de su madre, quien se apresuró a secar sus lágrimas para evitar que la niña la viera llorando. Para darle algo de tiempo, Daniela tomó a su sobrina en brazos mientras el teléfono seguía repicando melodiosamente. Una mirada de reojo al aparato le bastó a Daniela para sonreír, lo que resultó inexplicable para Antonia.
'Deberías responder esa llamada, hermana.'
'Mami, contesta el teléfono,' dijo la niña, con una locuacidad inusual para tener tres años.
'Contesta pronto, está sonando.'
Antonia se aprestó a salir de la habitación para hablar más tranquila, no sin antes dar un beso a su hija y mirar a su hermana a los ojos para descubrir el motivo de la sonrisa que seguía dibujada en su rostro. Respondió la llamada mientras caminaba por el pasillo y su cara cambió completamente al oír la voz que le hablaba con suavidad a través del teléfono, experimentando un cúmulo de emociones que no había sentido en mucho tiempo.
Por largos minutos dio vueltas en el pequeño balcón, alternándose entre el llanto y las risas. Hace tanto que no se sentía tan cómoda hablando con alguien, ni siquiera con su hermana mayor. Cuando cortó se dio un momento para sonreír una vez más, sorprendida aún por lo ocurrido y pensando en el momento en que se reuniría con él, con el hombre al otro lado del teléfono. Daniela la esperaba cuando entró nuevamente al departamento.
'¿Algo que contarme, hermanita?'
'Tú planeaste esto, Daniela,' repuso Antonia aún sonriendo.
'Tanto como planear, no... pero sí tuve algo que ver...'
Antonia se sentó a jugar con su hija. Mucho tiempo había pasado desde la última vez que lo hizo, por lo que en primera instancia se sintió como una extraña; sin embargo, el amor que le expresaba su pequeña era razón suficiente para seguir junto a ella en lugar de alejarse en silencio como se había hecho costumbre, llevándose consigo la tristeza en un vano intento por no dañar a su hija.
Una solitaria lágrima recorrió su rostro pálido y pecoso, pero no había en ella rastros del angustiante dolor que le había invadido horas antes. Su mirada se posó en los ojos de la niña, tan parecidos a los propios, tan brillantes como los suyos cuando conoció al hombre que la había llamado. Fue entonces que comenzó a preguntarse qué sentía su hija con todo lo que estaba ocurriendo, qué sentiría si llegase el momento de ver a su madre con un hombre que no fuese Tomás, su padre. No quería por nada del mundo que la niña la recriminara por lo ocurrido, y por más que Tomás fuese responsable de lo que estaban pasando, ella era quien se veía atormentada por los cuestionamientos. La alegría que la había hecho sonreír se escabullía.
'¿Mami? ¿qué pasa?'
'Eso mismo me pregunto yo,' dijo Daniela, que recién entraba a la habitación trayendo una bandeja con leche y galletas. 'Antonia, no te estarás arrepintiendo, ¿verdad?'
'No lo sé... no sé qué pensar...'
Casi por inercia Antonia se había levantado a ayudar a su hermana, ya que su mente seguía atrapada en las innumerables preguntas que le generaba salir con alguien tras su fracaso matrimonial. Después de todo, habían pasado años desde la última vez que salió con alguien que no fuese Tomás y era precisamente con el hombre que se reuniría con ella en menos de una semana. Su imagen había permanecido presente todos esos años, ya fuera porque ella recordaba su amor o porque Daniela no dudaba en recordarlo cada vez que la conducta fría de Tomás con su hermana menor ameritaba dejar en claro que había hombres mejores.
'Alonso,' susurró Antonia mientras se quedaba dormida. 'Nos veremos pronto, Alonso.'
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'Daniela Andrade, siempre es un gusto que vengas a verme. ¿Cómo has estado?'
'Algo preocupada,' dijo la joven mientras encendía un cigarrillo. 'Y no he podido fumar tranquila por semanas.'
'¿Qué es lo que te tiene tan preocupada, amigui?' preguntó él, manteniendo un tono casual.
'Alonso,' repuso Daniela más seria, 'tengo que ser sincera contigo. Vengo a hablarte de la Antonia.'
La sola mención de la hermana de su amiga trajo una infinidad de recuerdos a la mente de Alonso. Si bien se reunía una o dos veces por mes con Daniela, el destino de Antonia no había sido tema de conversación desde la noticia de su matrimonio con Tomás. El hecho de que tras cinco años se volviera a hablar de ella era -por decir lo menos- inesperado e inusual, por lo que el rostro del joven adoptó un cariz serio que no le era para nada característico. Tras servir dos tazas de café, sus ojos verdes se clavaron en los de su amiga en busca de respuestas.
'Daniela... sabes que te aprecio mucho,' dijo rompiendo el largo silencio. 'Nos conocemos hace casi veinte años y no han habido mayores secretos entre nosotros, pero me resulta demasiado extraño que menciones a tu hermana después de tanto tiempo...'
'Alonso,' interrumpió la joven, 'tienes que escucharme, es muy importante.'
'Si me dejaras terminar,' repuso él con serenidad. 'Sé que no hablarías conmigo de esto a menos que te afectase demasiado y es por eso, porque soy tu amigo, que estoy dispuesto a escucharte.'
'Te lo agradezco mucho...'
'Eso sí,' agregó Alonso, 'esto no significa que me comprometa a nada.'
Daniela bebió un sorbo de su café para luego comenzar a contarle a Alonso lo que había sucedido con el matrimonio de su hermana, dejando claro desde un comienzo que ni ella ni su madre ocultaron su oposición a la relación de Antonia y Tomás. Incluso ya internada en el hospital y días antes de morir, su madre -contaba Daniela- no tuvo reparos en recordarle a la menor de las hermanas que debería haberse casado con un hombre muy diferente, que la tratase como igual, que tuviese educación, que fuese como Alonso.
El joven escuchó con atención el relato de su amiga, haciendo vanos intentos por controlar sus emociones en los detalles que Daniela sabiamente recalcaba: la oposición al matrimonio, la muerte de su madre, la descarada infidelidad de Tomás. Cuando ella terminó de hablar hubo un nuevo silencio que sólo era interrumpido por el delicado sonido de las tazas al ser puestas sobre sus platos tras cada sorbo de café. Finalmente Alonso decidió proseguir la conversación.
'Dime, Dani, ¿qué es lo que tienes en mente?'
'Alonso, por más que lo intentes no puedes mentirme,' contestó la joven con inusitada soberbia.'Soy tu mejor amiga y sé que aún sientes algo por mi hermana. Es por eso que no hemos hablado de ella por cinco años, es por ella que escribes historias de amores no correspondidos en tu tiempo libre, es por ella que me llamabas antes de ir al hospital a ver a mi madre y faltaste a su funeral'.
'Daniela... yo...'
'Amigo,' repuso ella tomando su mano, 'lo comprendo y también lo entendería mi madre. Además, Antonia y yo sabemos que eres tú el responsable de las rosas blancas que encontramos en su tumba cada semana... y eso es mucho, mucho más de lo que hizo Tomás.'
'Aún no me has dicho qué quieres de mí, Daniela.' El tono de Alonso mostraba una profunda emoción. 'Aunque tengas razón, las cosas son muy diferentes ahora. Ella...'
'Ella ya no está casada,' interrumpió nuevamente la joven. 'Y sé que también siente algo muy fuerte por ti.'
Una vez más el silencio se interpuso entre ambos. Tras encender el cigarrillo con el que jugueteó por un buen rato, Daniela no apartó sus ojos de Alonso, analizando cada uno de sus movimientos. En cuanto él levantó la mirada, la joven siguió hablando.
'Alonso, lo único que quiero que hagas es dejar salir tus sentimientos. Desde el primer instante en que los vi juntos supe que eras el hombre perfecto para mi hermana y ella...'
'¿¡Y la niña, Daniela!?' le cuestionó él subiendo el tono. '¿¡Qué crees que vaya a pensar, a sentir con esto!?'
'Con la preocupación que muestras por mi sobrina con esas preguntas me basta,' respondió la joven con completa calma. 'Además, hay que reconocer que a veces parece hija tuya, aunque sé que no lo es.'
'Perdón, pero no te comprendo.'
'La Claudita no sólo tiene rasgos y ademanes como los tuyos, también su personalidad nos recuerda a ti,' dijo sonriendo Daniela. 'Es tan curiosa, quiere saberlo todo. Incluso está aprendiendo a leer, ¡a los tres años!'
'Sí, me recuerda a alguien...'
'Esa inteligencia no le viene por el lado paterno, te lo aseguro... y con el tiempo entenderá, porque va a ver a su mami feliz.'
'Nada saco con seguir discutiendo contigo,' dijo rendido Alonso. 'Dame el teléfono de la Antonia...'
Siguieron hablando hasta que cayó la noche. Tras un último café Alonso acompañó a Daniela hasta su auto, sin saber aún qué decir o qué esperar de la llamada que se comprometió a hacer al día siguiente. Hacía más de siete años que no hablaba con Antonia, mucho menos verla, si bien ella seguía presente en su cabeza y -a pesar de los intentos por olvidarla- en su corazón. Mientras el ascensor llegaba hasta su piso se mostró arrepentido de su promesa, pero el deseo de reencontrarse y el saber que ella tampoco lo había olvidado eran más fuertes.
Al entrar al departamento se preocupó de ordenarlo, para después buscar en la lectura de algún libro refugio a los nuevos problemas que amenazaban sus pensamientos. Sin embargo, su vista quedó atrapada por largo tiempo en la misma página mientras en su mente deambulaban los recuerdos del amor que compartieron con Antonia. Finalmente se durmió sentado en su sillón favorito, con el pesado libro aún en sus manos y la imagen de una frágil mujer cuidándolo en sus sueños.
*******
Los días que siguieron a la llamada de Alonso estuvieron marcados por una emoción que Antonia no había sentido en años. A cada instante los consejos de su hermana se hacían presentes, ahuyentado cualquier cuestionamiento que apareciese e incluso arrebatándole el teléfono en un par de ocasiones en que quiso llamar a Alonso para cancelar su encuentro. Ante tal panorama optó por dedicar esa semana para prepararse, arreglándose el cabello -algo que no había hecho en años- y revisando toda su ropa en busca del atuendo perfecto.
La sensación que la invadía logró inundar cada rincón de la casa de Daniela, contagiando también a su hija Claudia. La pequeña había recuperado su acostumbrada alegría y buscaba a cada momento la compañía de su madre, algo que no ocurría desde que llegaron a vivir al departamento de su tía. Las preguntas propias de la naturaleza inquisitiva de la niña apuntaban ahora al motivo del profundo cambio de ánimo de Antonia.
El viernes llegó con inusual premura. El nerviosismo ante la proximidad de la pactada reunión atacó con fuerza a Antonia, que apenas pudo concentrarse en su trabajo al sentir su mente vagando entre el recuerdo de una amor que creyó perdido hacía siete años, las espectativas de volver a amar tras el fracaso de su matrimonio y los cuestionamientos que podría recibir de parte de su hija. Consciente de que esto podría pasar, Daniela salió más temprano de su trabajo para reunirse con su hermana (y su sobrina) y ayudarla a arreglarse, obligándola incluso a probarse la ropa ceñida que Antonia no usaba desde antes de su embarazo.
'Antonia, por favor, tienes que explotarte más,' dijo Daniela algo molesta. '¿De qué te sirve esconder algo que Alonso ya conoce?'
'Si fuera por eso salgo desnuda,' respondió avergonzada su hermana. 'Si me pongo esa ropa va a pensar que estoy desesperada.'
'Estamos hablando de Alonso... no va a pensar eso. Así que ponte algo más escotado y usa mis pantalones negros.'
'Dani, en serio prefiero ponerme una falda larga,' insistió Antonia. 'No quiero que se me noten tanto las caderas.'
'Allá tú con tu pacatería, pero no te vas a sentir muy cómoda con falda,' repuso Daniela con ironía. 'Alonso ahora tiene una moto.'
Una hora y media más tarde Antonia entraba a la habitación de Claudia para despedirse. Daniela se dejó caer sobre uno de los sillones, agotada tras haber corrido de un cuarto a otro para ayudar a su hermana y cuidar a su sobrina. Sin embargo, las risas de la niña evitaron que se quedara dormida, así que se levantó a acompañarla.
'Mami, te ves muy linda,' dijo la niña.
'Tienes toda la razón, Claudita,' agregó Daniela desde la puerta. 'Hace mucho tiempo que tu mamá no se veía tan linda.'
'Gracias, mi cielo,' respondió Antonia abrazando a su hija. 'Gracias, Dani... por tu ayuda y por cuidar a mi pequeña.'
'Él también va a pensar que te ves preciosa,' susurró su hermana. 'Pórtate mal, ¿ok?'
'Vamos a tomar un vaso de leche y luego te acuestas,' dijo Antonia tomando a la niña de la mano y aún sonrojada por el comentario de Daniela.
Mientras caminaban hacia la cocina sonó el timbre. Antonia se quedó paralizada a un par de metros de la puerta, incapaz de moverse por la emoción que le causaba saber que tras ésta se encontraba el primer -y ahora pensaba que quizás el único- hombre al que había amado. Su hija conmenzó a tirar de su mano, pero no pudo hacerla reaccionar. Cuando Daniela se acercó a abrir la puerta, su hermana menor se apresuró a ocultarse en la cocina.
'Alonso, buenas noches,' saludó Daniela con exagerada parsimonia. 'Pasa, la Anto está por acostar a la Claudita.'
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Alonso estaba más agitado que de costumbre. Se sentía atrapado entre la fecha límite impuesta por su editora y la incertidumbre del encuentro de esa noche, el volver a encontrarse con un amor perdido y -según Daniela- tener las posibilidades de recuperarlo. En cualquier otra circunstancia no hubiese dudado en buscar los sabios consejos de su amiga, pero esta vez era obvio que no encontraría en ella la distancia que necesitaba. El estar consciente que debía enfrentar esto solo no hacía más que potenciar la angustia que había sentido toda la semana.
La tarde se consumía rápidamente. Algunos minutos antes de las siete el joven entró en la oficina de su editora con los reportajes prometidos, totalmente agotado y nuevamente con ganas de llamar a Antonia excusándose. Sin embargo, él no podía hacerle eso, no podía desilusionarla más de lo que ya estaba tras lo mucho que su exmarido la hizo sufrir. Concentrado en estos problemas ni siquiera se dio cuenta cuando la editora le sirvió un café y lo invitó a sentarse.
'¿Alonso?, ¡Alonso!'
'Disculpa, Josefina,' respondió él volviendo a la realidad. 'Es que he estado algo distraído.'
'De eso me he dado cuenta, Alonso,' dijo la mujer preocupada. 'Nunca habías entregado un reportaje tan encima de la hora. Me sorprende.'
'Lo siento mucho, tengo algunas preocupaciones fuera del trabajo,'
'¿Algo que me quieras comentar?' preguntó ella mientras le ofrecía un dulce al joven. 'Sabes que puedes confiar en mí.'
'Mira... la verdad...' Alonso dudó si acaso era prudente comentarlo con su jefa, pero ante la ausencia de Daniela, Josefina se presentaba como una opción plausible. 'Hoy saldré con una persona de la que estuve... quizás estoy aún... enamorado.'
'Pero eso no debería ser tanto problema, Alonso,' repuso ella con preocupación. 'Por el contrario, deberías estar feliz de poder reunirte con ella.'
'Lo sé, lo estoy... pero... ella se separó hace poco,' respondió él con emoción. 'Y tiene una hija. Eso me ha tenido complicado.'
La mirada de Josefina había cambiado por completo. Muchas veces se había preguntado porqué su periodista estrella se mostraba distante con cada mujer que aparecía en la revista para buscarlo. El descubrir en Alonso sentimientos que creía inexistentes en él la sorprendió. Por un minuto no supo que responderle al hombre que estaba frente a ella, al borde de las lágrimas en busca de una palabra de aliento, pero recordó palabras que había tenido que oír una y otra vez antes de su matrimonio con un hombre mayor.
'Alonso, dime... ¿tú la quieres?'
'Sí, a pesar del tiempo debo decir que sí.'
'¿Y ella? ¿sabes qué siente ella por ti?' preguntó la mujer.
'Daniela... su hermana... me dice que ella también, que no me ha olvidado.'
'Entonces nada más debe preocuparte,' dijo Josefina con la mayor ternura posible. 'Ahora termina tu café y saca otro dulce. Luego te vas a casa y te preparas para mostrarle todos esos sentimientos que tenías ocultos a esa mujer.'
Pasmado ante la reacción de su editora, Alonso obedeció cada una de sus palabras. En cuanto dejó la taza de café en la cocina se dirigió a su escritorio para guardar su computador, una infinidad de carpetas y su cámara en la mochila. Segundos más tarde salía de la revista con los audífonos puestos, escuchando la música que Daniela le había enviado para relajarse unos días antes y esperando no tener problemas en las pocas cuadras que lo separaban de su departamento.
Las calles de la ciudad estaban repletas de vehículos, miles de personas dentro de ellos intentando llegar a sus hogares lo más pronto posible y al ver la desesperación con que algunos intentaban abordar un microbús ya repleto, Alonso agradeció vivir cerca de su trabajo. Apenas quince minutos más tarde saludaba amablemente al portero del edificio y entraba a un amplio ascensor lleno de pulcros espejos. Su reflejo lo miraba con preocupación, pero estaba seguro que tras una ducha se sentiría mejor.
Poco antes de las nueve estaba saliendo de su casa. El tráfico seguía siendo horrible, pero montado en su motocicleta no le resultaba difícil sortearlo y estaba seguro de poder llegar a la hora convenida sin mayores problemas. El estar conduciendo alejó su mente de las preocupaciones que le apremiaban respecto de lo que estaba haciendo, al menos mientras se encontraba en las calles más transitadas. Sin embargo, a algunas cuadras del departamento de su amiga se sintió abrumado por las preguntas.
'Daniela, ¿por qué me arrojaste a esto?' susurró mientras apagaba el motor.
Había llegado con diez minutos de anticipación, tiempo suficiente para ultimar los detalles de su encuentro. Como Daniela vivía apenas en el tercer piso, Alonso no sintió la necesidad de usar el ascensor, dándose así más tiempo para pensar en las palabras perfectas que usaría para volver a hablar con Antonia.
Demasiado concentrado en la elaboración de su discurso, ni siquiera pudo darse cuenta cuando estaba tocando el timbre del departamento de su amiga. La puerta se abría unos segundos más tarde, atrapando a Alonso sin palabras perfectas, sin parsimoniosos detalles, sin algo que diera un toque romántico a la noche más que su nerviosa presencia y los sentimientos que surgían una vez más, como aquella tarde de otoño en que se decidió a invitar a salir a Antonia, luego de estar meses planeándolo
'Alonso, buenas noches,' dijo Daniela tras abrir la puerta. 'Pasa, la Anto está por acostar a la Claudita.'
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Dentro de la cocina Antonia servía la leche de su hija con una torpeza poco acostumbrada. Claudia la miraba con curiosidad, sorprendida por no ver aún el vaso en sus manos y preguntándose porqué su madre estaba actuando de manera tan extraña. Cuando por fin la leche estaba dentro del vaso y no sobre la mesa de la cocina, Antonia la entregó a su niña. Luego respiró profundamente y la tomó de la mano. El oír tan cerca la voz de Alonso -quien hablaba con Daniela en la sala de estar- la ponía aún más nerviosa.
Cuando por fin se decidió a salir sintió los ojos esmeralda de Alonso fijándose en ella como si no hubiese otra mujer en el mundo, totalmente hipnotizados ante la presencia de Antonia. Ninguno de los dos encontraba palabras, por lo que las risas que segundos antes invadían el lugar desaparecieron. Ante el inusitado silencio, Claudia decidió intervenir con un comentario que sorprendió a todos.
‘Tú eres el señor de las rosas blancas.’
‘¿Qué cosa dijiste, Claudita?’ preguntó su tía.
‘Él le llevaba rosas blancas a la abuela antes que se fuera,’ aclaró la pequeña.
‘¿Y te acuerdas de eso, Claudia?’ insistió Daniela.
‘Sí, tía Dani.’
La niña había estado presente en una de las tantas ocasiones en que Alonso visitó a su abuela. Preocupado más por la salud de la mujer, él no había reparado en la presencia de la pequeña y Daniela no se acordaba del momento en que esto sucedió. Pero Claudia sí recordaba, demostrando todo aquello que su tía había dicho a Alonso el día que lo visitó en su departamento.
Alonso sonrió. Se quedó mirando a la niña por un instante y luego volvió a dirigir sus ojos hacia Antonia, pero ella seguía mirando con sorpresa a su hija. Todos los cuestionamientos que se había hecho parecían desvanecerse al ver que la niña y Alonso se miraban con admiración, ella al recordar lo bueno que fue él con su abuela, él cautivado con su perspicacia.
‘Así es, Claudita,’ confesó Alonso arrodillándose hacia la niña. ‘Yo quería mucho a tu abuela. Debo decir que me sorprendió tu memoria.’
‘Claudia,’ dijo Antonia rompiendo su largo silencio, ‘él es Alonso. Es amigo de tu tía Daniela y es quien le deja las rosas blancas a tu abuela Andrea.’
‘¿Es por él que estás contenta y que te vestiste linda?’ preguntó la niña dejando a todos nuevamente perplejos.
Alonso se levantó y miró a Antonia directamente a los ojos. Ese detalle era lo último que necesitaba para saber que no estaba cometiendo un error, y estaba seguro que el brillo en los ojos pardos de la joven era reflejo de la misma emoción que él sentía. Sin pensar siquiera en todo el tiempo que había pasado alzó su mano para acariciar el rostro de quien fuera hace tanto tiempo su pareja. Antonia no hizo ningún ademán de detenerlo.
Claudia terminó su vaso de leche, lo dejó sobre la mesa de centro y corrió a sentarse junto a su tía. Daniela miraba atónita la escena, algo aliviada al ver que las cosas resultaron mucho menos complicadas de lo que esperaba. Cuando la niña se recostó sobre la falda de la joven es que ella pudo salir de su ensueño.
‘Emmm…’ carraspeó. ‘Antonia, voy a acostar a la niña.’
‘¿Qué? ¿Ah? Sí, claro… mi cielo, nos vemos mañana. Te dejo con tu tía.’
‘Buenas noches, mami,’ dijo la niña. ‘Buenas noches, Alonso.’
‘Buenas noches, Claudia,’ repuso él. ‘Fue un gusto conocerte. Espero que duermas bien.’
‘Adiós, niños,’ se despidió Daniela, llevando en brazos a la niña. ‘Cuida a mi hermanita, Alonso.’
Daniela se perdió por el pasillo. Alonso y Antonia alcanzaron a ver a Claudia moviendo alegremente su mano para despedirse, luego se miraron a los ojos y salieron del departamento tomados de la mano. No pronunciaron palabra alguna mientras salían, no necesitaban hacerlo. Nunca lo necesitaron.