domingo, marzo 11

Tacones rojos

'¿Qué pasa, Cote?' me pregunta Pablo con su habitual sonrisa. 'Te ves más pálida que de costumbre.'

No sé cómo responderle. Nuestro almuerzo semanal suele ser un momento de distracción en medio de la rutina, pero esta vez lo empañaré con algo que él encontrará irritante. Pablo siempre ha estado ahí para cuidarme, siendo el primero en cuestionarme cuando dejé la casa de mis padres para vivir sola. Después de años de amistad debo ser honesta, confiando que él podrá escucharme y entenderme.

'Monito,' digo con tono serio, 'anoche me pasó algo.'

'¿Dónde anduviste, cochinona?' me dice con picardía. 'Por favor, te puedes ahorrar los detalles.'

'No, no es eso... necesito que me escuches en completa calma...'

'¿Alguien te hizo daño?' interrumpe con preocupación. Siempre he envidiado la honestidad que posee su rostro, capaz de advertirte los momentos en que es mejor apartarse de su camino. '¡María José, respóndeme!'

'Pablo, tranquilízate y escucha.'

Sabía que no sería fácil. Me acerco a él por sobre la mesa y le soplo la nariz, un gesto que desde que éramos niños lo confunde lo suficiente para darme tiempo de ordenar las ideas. Tras beber un sorbo de agua puedo comenzar a contarle, esperando que los nervios no me consuman mientras lo hago.
'Pablo, anoche paso algo... pero quiero que entiendas que ya pasó. Ahora quiero que te quedes sentado y me escuches mientras te cuento porque ahora necesito tu comprensión, no tu heroísmo.' Esa palabra lo descoloca, pero por más que lo intenta las palabras no salen de su boca.


'Ayer tuve que quedarme trabajando hasta tarde, ya que estaba en el límite de una entrega de la que dependía mi pega. Recién cerca de la medianoche estaba saliendo del estacionamiento de la empresa hacia mi casa, y estaba tan cansada que cuando llegué a mi edificio ni siquiera miré hacia atrás para preocuparme que se cerraba el portón,' mientras le cuento esto me doy cuenta del error que cometí. 'Me bajé del auto y caminé por inercia hacia el ascensor, esperando que estuviera esperando en el primer piso para llegar lo más pronto posible a arrojarme sobre la cama.

'Sé que has tenido esos días en que los instantes que se demora el ascensor en llegar a tu piso te parecen eternos. Ni siquiera la satisfacción de haber terminado mi trabajo y que éste carecía de mediocridad por donde se viera podían subirme el ánimo, así que comencé a jugar con las llaves para distraerme,' le conté, repitiendo el gesto de la noche anterior con el tenedor. 'No quise siquiera ver a mi alrededor cuando entré al departamento, ya que había salido tan apurada en la mañana que estaba todo en completo desorden, por lo que pasé directo hacia el baño de mi habitación para hundir la cara en el lavamanos.

'Sin pensar en que tendría que ordenar hoy tiré toda mi ropa junto a la cama, me puse la pijama y me dejé caer entre las sábanas esperando quedarme dormida lo más pronto posible. Debe haber pasado cerca de una hora cuando desperté por un ruido y aunque el cuerpo me decía que siguiera durmiendo, me levanté para asomarme por la puerta.' Tomo un respiro antes de continuar el relato. 'Volví a cerrar la puerta intentando no hacer ningún ruido. Había un hombre dentro del departamento, registrando las otras habitaciones. Sólo atiné a girar el pestillo de la puerta y alejarme de ella... no tenía forma de avisarle al conserje lo que estaba pasando o de llamar a alguien, ya que el teléfono y el citófono están junto a la puerta principal.

'No podía quedarme paralizada para siempre, así que salí al balcón a ver si podía pedir ayuda, pero a esa hora no pasa mucha gente por mi calle.' Me pongo a llorar al recordar lo desesperada que estaba. 'Monito, no tenía cómo llamarte para que fueras a la casa. Finalmente metí la mano hacia la habitación decidida a avisarle al guardia lo que pasaba, porque por suerte el balcón está justo sobre la entrada del edificio.Lo primero que encontré fueron mis zapatos, que había dejado junto a la cama cuando llegué. Tiré uno de ellos esperando que don Leo estuviera sentado en la portería, pero no pasó nada.
'Esperé un rato y tiré el segundo. Esta vez tuve más suerte, porque don Leo se asomó para averiguar porqué llovían zapatos. En cuanto me miró empecé a hacer mímica para avisarle lo que estaba pasando, pero a pesar de verlo corriendo nuevamente hacia el edificio no me sentí segura hasta ver que llegaba una patrulla se estacionaba en la calle y bajaban tres carabineros de ella.
'No sé cuánto tiempo pasó. Sólo escuchaba la voz de don Leo detrás de puerta de mi pieza, pero no me atreví a levantarme hasta que dos de los carabineros sacaban a un niño chico con dirección a la patrulla. Cuando abrí la puerta me estaba esperando el otro carabinero, hablando a mil por hora de "procedimientos", "testificar", "atrapado cometiendo el delito". Por suerte don Leo estaba con él para tranquilizarme.

'Después que se fueron cerré la puerta como pude. Don Leo me dijo que a primera hora mandaría a alguien a arreglarla, porque habían tenido que forzarla para entrar. No pude volver a quedarme dormida, no atiné a llamar a nadie para no preocuparlos y llenar mi casa de preguntas que no sabría responder.'

Me quedo mirando a Pablo, esperando alguna palabra de apoyo. Sin embargo, él permanece en silencio, con una expresión en el rostro que me prepara para un "te lo dije". Mientras le hace gestos al mozo para pedir la cuenta -y sin siquiera mirarme- es que vuelven las palabras a su boca.
'Cote, no quiero que me discutas con esto,' me dice con tono casual. 'Te vienes a mi departamento esta noche.'

'Pero...'

'Pero nada. Te paso a buscar en cuanto salga de la oficina. Voy a ir en una de las camionetas de la empresa para llevar todas tus cosas, porque te vas a vivir conmigo.'

Así, sin más se retira dándome un frío beso de despedida.

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